jueves, 26 de febrero de 2015

Perspectiva de altura.

Hace algunos años, en Semana Santa, mi padre decidió dejarme ir con él en el camión hasta Madrid y vuelta. Apenas tendría unos once años y estaba pletórica pues nunca antes había recorrido tanto con él en el camión; la perspectiva de pasarme dos días enteros sentada en la silla guay, de dormir mientras conducía o de meterme en las fábricas se me antojaba como lo más guay del mundo. Sin embargo me dí cuenta de la realidad: la terrible soledad que se puede sufrir en una carretera de noche, en el dolor de espalda de estar ocho horas sentada y de cómo a las fábricas les importa poco los transportistas. Pero me di cuenta de algo mucho mejor, de cómo todo cambia... con un poco de perspectiva.

miércoles, 25 de febrero de 2015

¡Todo por nuestros derechos!

O al menos todo lo que no implique riesgo.
Parece que ese es el lema que se repite a mi alrededor estos días de huelga. Antes de lanzaros a mi yugular, aclarar que soy consciente de que cada uno puede hacer lo que le de la gana y que yo precisamente, habiendo renunciado al derecho de huelga en esta ocasión, no tengo derecho a quejarme de aquellos que no luchan por sus derechos. Sin embargo mi racionalidad me impide quedarme en silencio al ver la situación que se presenta ante mi.

martes, 24 de febrero de 2015

Culpa a la música.

Odiadme por esto, odiadme por no escribir, odiadme por escribir ahora y de esta forma sin pensar en vosotros sino en mi. Odiadme porque ya no sé provocaros risas sino arañarme el corazón, odiadme de todo corazón y me sentiré afortunada. El tiempo sigue cambiando y arrastra con él todo lo diminuto cómo este blog, y supongo que poco a poco esto ha dejado de ser algo interesante y ha pasado a convertirse en una reflexión repetitiva y estúpida.  Lo siento. Culpad a la música.
Reflexionando (que en grandes cantidades es enfermedad y en pequeñas dosis engrasa la vida) he visto el telón, lo que da comienzo y fin a los colores, a los sentimientos y a la existencia. La libertad, que o huye de nosotros o nosotros la perseguimos en sentido contrario, es lo que más ansío. Hay mil cuerdas para atraparla, cientos de cárceles para conservarla y una sola forma de viajar a su lado. Encontraré la forma de no atraparla sino rozarla con los dedos y así no empacharme de ella, A pesar de la tentación conseguiré no escudarme en ella sino ser su escudo y defenderla hasta quedarme sin voz, sin fuerzas, sin corazón. ¿Vale la pena vivir sin libertad?