miércoles, 8 de octubre de 2014

Luna y Sol.

El Sol. Siempre elegiré al Sol. El Sol nos inunda con su luz, nos olvidamos de su existencia pero la echamos en falta cuando no está. El Sol nos alimenta, nos da vida y calor. Nuestra fuente de vida y a la vez ignorada por todos. El Sol nunca es apreciado, ni alabado. Solo cuando las nubes nos arropan suplicamos que vuelva. El Sol debería ser la protagonista de todas las historias de amor, testigo de crímenes y tragedias. El Sol debería ser la inspiración del arte ya que sin él nada sería posible.

La Luna. ¿Acaso se puede dudar? La Luna es preciosa, incomprendida, y solitaria. La Luna fría e impasible permanece al margen, sintiéndose pequeña, ridícula solo por culpa de la Tierra. La Luna ha sido la inspiración de miles de poetas, pintores y pensadores ¿acaso se necesita más pruebas? La Luna, frágil, sin ser consciente de su belleza y su perfección. Imprescindible en todo romance que se precie. Es la Luna la merecedora de todas aquellas historias.



Y mientras tanto el Sol observa a la Luna; está enamorado de ella. Desde el principio de los tiempos ve su preciosa textura y desde entonces intenta arrojar un poco de luz para que el mundo se de cuenta. Para que ellos también se enamoren de su Luna y así Luna se pueda querer un poco. El Sol teme acercarse, podría destruirla. Destruye todo lo que se acerca así que desde hace milenios se mantiene alejado, temeroso. Y mientras tanto la Luna se odia a ella misma porque su superficie nunca será lisa o plana o perfecta. Luna siempre oculta un lado al universo donde llora desconsolada hasta calmarse, porque el Sol la consuela con su calor incesante. Luna no desea tanta atención. Solo quiere sentir ese calor y dejarse calmar. La Luna y el Sol y su historia de amor consumada en eclipses dónde todo desaparece por unos minutos suficientes para que los astros se miren a los ojos y susurren promesas de un futuro mejor.



(Historia forjada de conversaciones nocturnas con la señorita @GemaGame28 y yo, con algunas modificaciones).