domingo, 1 de marzo de 2015

¿Y después de todo?

¿Qué pasará después de todo? ¿Qué ocurrirá cuando todo acabe? Cuando nuestros ojos se cierren para siempre, nuestros latidos cesen y nuestra voz se extinga para siempre. ¿Qué ocurrira entonces? Ha sido una pregunta siempre presente en la mente humana. Por supuesto no tengo la solución (ni a esa, ni a cualquier otra) pero me gusta divagar usando la razón y un poco de fé para saber la respuesta.
Pienso demasiado en esto y en consecuencia he llegado a la conclusión (y tengo una demente certeza de ello) de que después de la muerte no ocurre nada. El mundo sigue, por supuesto, y todos siguen viviendo; dependiendo de tus preferencias quizás tu cuerpo acabe en el cementerio, en un jarrón o debajo de un árbol. ¿Tu alma? Esa es tu esencia, y tu esencia muere con tu cerebro. No hay cielo, no hay infierno, no hay reencarnación, no hay ángeles. Ojalá pudiera creermelo y asumirlo.
Y ahí es a dónde quería llegar, a que por muy racional que sea nuestra mente es poco probable que nuestro corazón se resigne a perder la esperanza. Es por ello por lo que creo que cuando estamos a punto de morir, un segundo antes, nuestra mente nos lleva a otro lugar. Es de todos conocidos que usamos una muy pequeña parte de nuestro cerebro, y de cierta forma estoy segura de que tiene el poder suficiente para que un segundo antes de nuestra muerte cree un universo paralelo, nuestro propio cielo, nuestra propia segunda oportunidad. El segundo ha pasado y estamos muertos sin embargo como en nuestra imaginación no ha pasado es como un pequeño infinito ¿no suena algo estúpido? Estoy convencida de que lo parece.
Así pues justo un segundo antes de morir, mi cuerpo sabio que sabe su destino adelantará mi muerte un segundo. En mi mente haría todo el paseo observando mi funeral y cómo todos superan mi muerte para al fin ascender al cielo hecho a mi medida. Y en realidad ya estaría muerta. De alguna forma me da esperanza.