Sus dedos se desplazaban
febrilmente por el teclado trazando la historia que no se atrevía a
protagonizar. Buscaba el adjetivo adecuado para cada persona que había
conocido, juzgándolos como si de Dios se tratara con esa seguridad del
anonimato. Tú vives, tú mueres. Yo os controlo, yo me controlo. El mantra que
se repetía era sencillo y efectivo a la par que estimulante, lo suficiente como
para sobrevivir una noche más. Una noche más, era todo lo que pedía. Una noche
más y sería libre.